Comienza la inconsciencia, los ojos caen como el vidrio cortante. Remolinos de imágenes confusas empiezan a aparecer en un ambiente de oscuridad. Muevo mi cuerpo entre la cama y mis pies no te tocan; la tragedia se dibuja en mis sueños, serpientes de piel gruesa y desabrida chocan entre sí, conjugan sus lenguas, se besan, muerden, forman parte de un juego erótico. Yo las miro, rodillas juntas a mi cabeza, transpirado, temblando de un frío seco, austero.
Hay un instante de calma, la que antecede al huracán, a la tormenta de pasiones.
Una edición cinematográfica me transporta a un subsuelo, los reptiles avanzan hacia mí, sus cabezas son grandes, deformadas y adquieren formas disímiles: animales mitológicos, perros que inundan efervescente espuma. Es confuso, los minutos desfilan, uno tras otro, resistiendo a la mismísima muerte. Son largas horas de sufrimiento, perseguido por criaturas que buscan mi sangre, no se conforman con verme disminuido con los dedos pegados pidiendo clemencia.
Por un momento, un silencio frena la tensión, solo se escuchan dos respiraciones, una de sonido liviano, tuya y nada más. La otra, la exhalación opresora, asfixiante, mía y egoísta.
Caigo en el letargo otra vez. Pájaros nocturnos despiden cuerpos sobre olas de mar. Los vapores salinos golpean el rostro, mis manos concientes marchan hacia la cara para limpiarme la húmeda agonía. Es difícil llegar a la superficie, tu cuerpo lo impide abrazándome. Me doy cuenta que empiezo a escuchar un ruego sollozante: tu ausencia es mi pesadilla. No me resisto a que me salves, lo deseo.
Onirógrafo: Gabriel Bonetto.
Artista plástica: Jeramy Turner.