16.12.09

Sueño 826 / - Fabián San Miguel


Sueño 826 /

las uñas se despedazan contra el mármol. Es una madrugada prematura. Sé que estoy aquí y, sin embargo, no puedo entenderlo: al tacto, mi epitafio resulta grotesco. Observo las vendas y un colgajo de sábanas secándose en la parte de atrás de un edificio desconocido. Ginsberg acaba de fotografiarlas desde su cocina. Ahora realiza varias tomas del interior: es un lugar amplio, hay platos sucios por todas partes. Las cortinas se mecen. Estoy ahí, afuera o adentro. Apenas alcanzo a reconocer las fechas en los negativos. Un ángel canoso está sentado a la mesa, en un papel escribe el poema que más tarde llamará São Paulo revisited. Todo se detiene unos instantes, nos miramos a los ojos. Con él sólo puedo ir hacia la apertura del juego. Con cierto temor muevo una primera pieza. Las palabras desnudan mis sentidos y la cama se llena de presencias inútiles. Intento salir del sueño pero un cigarrillo me sostiene en la ranura del silencio. Veo, por encima de mi naturaleza, el hombro del horror que nos acompaña.

..............................................................a Mario Trejo

Texto: Fabián San Miguel.

Fotografía: Allen Ginsberg.


9.12.09

Michaux - Capítulo 3 -continuación II- (El Onirógrafo)


XI

Henri Michaux dice:

Soñar estando dormido, ¿Es ante todo, ver imágenes y escenas, es tener sensaciones de lo visible, de lo audible?

Para mí, desde siempre, si exceptúo una lejana época hacia la edad de seis años, en la que tenía pesadillas, mis sueños fueron pálidos, sin colores. Apenas nada veía allí, ni oía gran cosa. Nada que mereciera visualmente la atención. Poco más o menos, nada de lo que pertenece a los sentidos llamados nobles me llegaba. Revivía allí, en la oscuridad y el silencio, algunas impresiones. Malestares, aburrimientos, abstraídos de su origen, al igual que de su entorno, pasaban sobre mí, en nubes de sensaciones, en pasajes que se repetían.

¿Qué decir de aquello? Que no pasaría, que todo se mantendría así. Quizá también ya estaba marcado por las ensoñaciones del día. Y por sus repeticiones sin fin, en las que me complacía.

(…)

Sin embargo, desde hace una decena de años, gracias a una experiencia cerebral provocada, he conocido, por primera vez, luego, más tarde, en el sueño los que son las imágenes visuales, coloreadas, luminosas, óptimamente llamativas; creí comprender a los que me habían irritado tanto hasta entonces al hablarme de sus sueños, de lo que en ellos habían visto y reencontrado, que era tan claro, decían, y de los que, al oírselos, guardaban un recuerdo claro. Porque los míos, exaltados durante algún tiempo, pronto vinieron a recaer en la habitual grisalla; me obligué a examinarlos y al despertar recordar algunos e incluso anotarlos en tanto fuera posible; pero apenas sí atrapaba pequeños fragmentos, que tenía que perseguir en la memoria para reencontrarlos. Incluso si habían sido muy desagradables, a condición de que hubieran tenido una buena calidad óptica, me habrían interesado más, habría recordado mejor, habría tenido una base. Relatarlos, escribirlos –nuevo inconveniente-, los deformaba al precisarlos demasiado. Necesitaba también páginas para “comprender” las cosas más pequeñas –a causa del fenómeno de sobrefijación de imágenes- y también por el desplazamiento de los hechos.


XII

Y más adelante, como comentario a su sueño “El jaguar dormido”, anota:

Las imágenes que parecían formar una historia, o más bien, un continuum, solamente tienden, o parecen tender hacia el continuum. Esas imágenes, intentadas en semejantes términos de comparación, me hacen pensar en una redacción en la que no dudo todavía entre muchas expresiones, o muchas palabras o imágenes, traducciones más o menos buenas o defectuosas de las que querría lograr y de donde me decido a eliminar una e incluso dos de esas expresiones, no porque hagan el caso, sino porque son deseadas.

Sin ocuparse de la contradicción, el sueño, sin eliminar las versiones inútiles, comunica una realidad de muchas maneras.

Sea una o varias, el sueño es una redacción de la que no se es responsable.


Artista plástico: J. K. Potter.

5.11.09

Cuando la música termina - Capítulo 3 -Continuación I- (El Onirógrafo)


VII

Pero… ¿Qué es el sueño?

Transformado en un pequeño danzante de las etimologías, encadenado a una música de grilletes, diré:

Sueño. Del latín SǑMNUS “acto de dormir”, con el cual vino a confundirse en castellano el latín SǑMNǏUM “representación de sucesos imaginados durmiendo”.

Pero cuando la música termina, los oídos dan vuelta sus párpados como sirenas y piensan que el sueño es también una forma de conocimiento a la que el onirógrafo recubre de escritura, como un acto mágico con el que se quita el velo al laberinto que guarda los misterios de la noche.

VIII

Macedonio Fernández acierta con sus características:

El ensueño tiene tres zonas: las imágenes (escenas, cosas); las sensaciones (sofocación, calor, torsión de los músculos por mala posición en la cama, una quemadura del cigarrillo con que nos dormimos encendido, un fuerte perfume, una gran risa percibida); las emociones que despierta, a la par que despierta imágenes interpretativas (miedo, alegría).

IX

Y María Zambrano encuentra en sus principales rasgos algo que está bien cerca del poema, el quehacer poético del onirógrafo:

Todo sueño es un viaje. Y así paramos en ellos como en una ciudad o paraje extraño donde nada podemos hacer. Todo sueño nos deja como solemos estar, en un lugar desconocido donde hemos llegado por error. En ese sentido diría que todo sueño, por agradable y venturoso que sea, aparece como un error, más bien como un azar; se presenta como un azar, algo a lo que hemos llegado por ventura o por desgracia, sin saber, sin hacer camino.
(…) Todo sueño es un viaje, un viaje encantado. Viaje porque en ellos hay un movimiento que no quita sin embargo el carácter de que no haya camino. Un moverse sin camino es un errar, un andar errante. Y así, el que va errante se encuentra de repente ante algo extraño. Extraño aunque sea conocido y familiar.

X

Y… entonces: ¿Qué es el recuerdo-relato de este andar errante, poesía?

Sacando de contexto a Enrique Molina, arriesgo: que ese recuerdo en tanto representación de lo soñado es una forma de conocimiento, pero a condición de ser la más desesperada tentativa de salvación de una conducta existencial. Es un estado de incandescencia del espíritu, un relámpago de la intuición que a través de la imagen descubre la contextura y las relaciones secretas de las cosas y el hombre.

10.10.09

"¿Qué son mis sueños? "- Elrostro Delo Onírico

¿Qué son mis sueños?

Desde que tengo conciencia de mi existencia he soñado. Pero algo me dice que mis sueños son distintos.

Mis sueños son vividos, y los recuerdo completos, con todos sus detalles.

Recuerdo el momento exacto en que duermo, cuando paso de la conciencia a la inconsciencia. Recuerdo la temática de mis sueños, la lógica de los mismos, la historia detrás de ellos.

Mis sueños tienen coherencia, son un relato. Intervengo en ellos como espectador, como cualquiera de sus personajes, más de un personaje en cada sueño.

He podido identificar características de los sueños que no se perciben con facilidad. Como el hecho de que un sueño se repite constantemente, hasta 1100 veces por noche. Además, dentro de mis sueños, me es posible percibir olores, colores, formas, texturas. Puedo sentir, puedo palpar, sentir placer, sentir dolor.

Quiero una respuesta a esto. Pues temo dormir, y ya quiero dormir.


Autor: Elrostro Delo Onírico.

Fotografía: Fabián San Miguel.

10.9.09

"Retazos de un sueño" - Laura Ramírez Vides


Collage.
¿Renacimiento o desintegración? ¿Dolor o éxtasis?
Agonía. Presagio.
Veo a todas las que fui, las que seré, las que jamás llegarán a ser. ¿Y la que soy? La encuentro en un laboratorio que abruptamente aparece delante de mí. Claramente aquí todo comienza y termina; nada perdura, sólo se cocina. Transmutación. Sí, renacimiento. Sí. Bulbos de humanidad en un útero desgarrado. Me despierto. Mi alma llora, mi cuerpo sangra; como todos los meses.

Texto: Laura Ramírez Vides
Arte gráfico: Maitena Luz San Miguel (Témpera sobre papel, título: “Blancanieves”).

23.7.09

"Hace tiempo que ya no tomo decisiones" - Moira Pérez


Hace tiempo que ya no tomo decisiones. Las decisiones las toman mis sueños. Comenzaron hablándome casi en susurros, sugiriendo tímidamente cursos de acción alternativos. Me hablaban en código. Soñaba con una persona que en la mitad de la trama se transformaba en otra, o con un lugar conocido donde se juntaba gente de diversos ámbitos y épocas de mi vida. Cada tanto alguna de esas personas me decía algo que al despertarme me parecía clarísimo. Clarísimo sólo para mí, por supuesto: para cualquier otra persona, no serían más que sinsentidos oníricos.
Un día los sueños decidieron comenzar a hablarme más francamente. Quizás porque no estaban de acuerdo con la dirección que yo estaba dándole a mi vida. Después de todo, ellos debían seguirme, como una mascota debe acompañar a su dueño cada vez que éste decide unilateralmente que es hora de mudarse. Entonces, supongo que los sueños consideraron que era hora de intervenir activamente en mi vida.
Me convencieron de que un grupo de amigos no me estaba haciendo bien. Y me distancié. Y tenían razón.
Me convencieron de que una pareja no era para mí. Y terminé. Y tenían razón.
Me convencieron de que mis intenciones con una persona no eran solamente amistosas. Ya no podía desentenderme: tenían razón.
Por momentos, me siento un poco rehén de ellos. No puedo escaparles; me toman por sorpresa cuando no tengo la lucidez para evitarlos. Tampoco puedo determinar ni reorientar sus contenidos. Ellos deciden cuándo quieren hablarme, y cuándo no. Cuándo es hora de tener una conversación seria (en realidad, un monólogo), y cuándo podemos distendernos con ensoñaciones un poco más lúdicas. Llegó un momento en que lo único que podía hacer yo con todo esto, era hacer un modesto esfuerzo a la mañana siguiente, por recordar qué había soñado.
Pero poco a poco me fui dejando someter por mis sueños. Ahora los necesito, los espero, me inmovilizo hasta recibir su consejo. Mis noches regulan y construyen mis días. No puedo hacer nada sin mis sueños. Y tan mal no me va.
Texto: Moira Pérez.
Fotografía: Fabián San Miguel.

6.7.09

Imágenes / Insectos - Capítulo 3 (El Onirógrafo)

I

Pero… ¿quién escribe?

II

Según Octavio Paz, en la mejor tradición legada por Arthur Rimbaud: “Sabemos que nuestro ser es siempre sed de ser otro y que sólo seremos capaces de ser nosotros mismos si somos capaces de ser otro. Le pedimos al arte el secreto del cambio y buscamos en la obra, cualesquiera que sean su época y estilo, ese poder de metamorfosis que constituye la esencia del acto mágico”.

III

Pero… ¿quién escribe? ¿Yo, o el otro? ¿El otro o el soñado?


Me permito entonces la pregunta: ¿Soy otro el que sueña? ¿Me desgajo ante mis ojos cerrados, dentro del sueño?

¿Aquel que dormido logra alejarse del lecho para sobrellevar la letra, o aquel que enajenado en la vigilia caza imágenes-insectos capaces de guardar a otro dentro de nosotros mismos?


IV

El propio Chuang Tzu cuenta de sí mismo:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.


V

Crisálida o espacio onírico, hecho de “esenciales envolturas”, donde el acceso a la vigilia es una voluta más de una geometría y de una dinámica de lo envolvente.
Pasar del sueño a la vigilia y de la vigilia al sueño nos mantiene en una grotesca cinta de Moebius, cuya mayor deformidad consiste en el enfrentamiento permanente de la voluntad de develamiento de la vigilia con la voluntad de ocultamiento que hunde sus raíces en la espesura del cuerpo durmiente.


VI

Y, entonces… ¿Qué es el sueño separado del recuerdo del sueño? ¿Y qué el recuerdo del sueño donde la pequeña mariposa duda si habrá soñado alguna vez ser tan increíble ser como Chuang Tzu?

18.6.09

Sueño 812 / - Fabián San Miguel



Sueño 812 /

veo cuerpos desnudos. Me siento en el extremo de una escalera y los peldaños se abren como seres extraños. No hay salida. En lo alto, una ventana habla en una lengua que no entiendo. Cierro los ojos e intento recordar de la misma manera que lo haría un ciego. Mis sentidos tantean, escupen: las paredes permanecen fieles a un secreto que no puedo develar. Al llegar a un descanso, regreso. La cama se mece, horriblemente. Ahora sí reconozco a esos cuerpos desnudos en la oscuridad, intento acariciarlos para despedirme. Busco un lugar donde dormir. Las imágenes se congelan: de alguna forma todo parece resolverse. En el piso superior hay infinidad de pasillos y cientos de puertas. Entro a un cuarto cualquiera. Al poco tiempo suena el despertador. Para callarlo el perro de Bob Dylan, que duerme en la cama contigua, dice: “Vas a despertar a mi cartel de no se admiten animales”. Tiemblo, contrariado.

Texto: Fabián San Miguel.

31.5.09

Escribir... - Miguel Ángel Bustos

Foto: Moira Pérez

Escribir con la velocidad del sueño, el sueño que soñaré.
Texto: Miguel Ángel Bustos.

17.5.09

Máscaras fluidas - Capítulo 2 -Continuación III- (El Onirógrafo)


XI

Sigo con Bachelard, y entiendo con las mismas características a la poesía del onirógrafo y a sus sueños:
De las transformaciones oníricas no retenemos sino las estaciones. Y sin embargo, son la transformación o las transformaciones las que hacen del espacio onírico el lugar mismo de los movimientos imaginados.
(….)
Velo de Maia no arrojado en absoluto sobre el mundo, sino sobre nosotros mismos por la noche bienhechora, velo de Maia apenas del tamaño de un párpado. ¡Y qué densidad de paradojas cuando imaginamos que ese párpado, que ese velo pertenece a la noche tanto como a nosotros mismos!
(….)
Para dormir bien hay que seguir la voluntad de envolvimiento, la voluntad de crisálida, seguir su centro, en la suavidad de espirales bien enroscadas, el movimiento envolvente; en pocas palabras el esencial devenir curvo, circular, huyendo de los ángulos y las aristas.

XII

Leo en el fragmento de un diario, que he escrito hace tiempo, un diálogo entre Johnny Depp y Allen Ginsberg:

JOHNNY: Hubo momentos en los que me sentí muy calmo respecto de todo lo que me rodeaba, de todo lo que sucedía en mi interior. La última vez que sentí esa calma estaba en el sur de Francia, en casa de unos amigos. Estaba sentado en un coche, con mi chica, rodeado de árboles.

ALLEN: ¿Recordás qué podías oir en ese momento?

JOHNNY: Había un hermoso silencio, y algo que me hacía sentir que no hacía falta que dijeramos nada.

ALLEN: ¿Algún sabor?

JOHNNY: Oh, el sabor que recuerdo es el de un beso. Tenía un gusto tibio.

ALLEN: Cuando yo escribo poesía, lo que hago es tomar un momento en el tiempo, como ése, y reunir todos los elementos - imágenes, olores, sabores, sensaciones - para ver si pueden confomar un cuadro que logre transmitir esa sensación en la forma de una obra de arte.

A pesar de coincidir con Ginsberg, no puedo relacionar la poesía con la pintura, como se lo ha intentado hacer a través del tiempo. Sino que lo asocio directa­mente con lo que en la arte moderno se conoce con el nombre de instala­ción. Términos como "assamblage" o "environment", para mí, no le son desconoci­dos.

XIII

Juego con los términos:

Un poema es una instalación que es ubicada en un lugar particu­lar del mundo a través del cuerpo que le dio origen.

Un sueño es una instalación que es ubicada en un lugar particu­lar del mundo a través del cuerpo que le dio origen.

XIV

Y el cuerpo del onirógrafo no es un solo cuerpo. Es aquel durmiente del ocultamiento y aquel que durante la vigilia escribe, devela el velo pero a la vez vuelve a él para asir las imágenes y sensaciones con las que ha sido cubierto durante la noche, durante la amplia y profunda noche.
Pero así y todo, los cuerpos del onirógrafo no dejan de ser “máscaras, máscaras fluidas que nacen, representan su comedia o drama, y mueren”.

7.5.09

Las simpatías - Capítulo 2 -Continuación II- (El Onirógrafo)


VII

Cortázar agregaría: “Del mismo modo nuestro poeta, mago ontológico, lanza su poesía (acción sagrada, evocación ritual) hacia las esencias que le son específicamente ajenas, para apropiárselas. (…). Pero procede ritualmente como la magia, después de purificarse de toda adherencia que no apunte a lo esencial. En vez de fetiches, palabras claves; en vez de danzas, música del verbo; en vez de ritos: imágenes cazadoras.


VIII

Palabras claves, música del verbo, imágenes cazadoras: la poesía del onirógrafo.


IX

“El espacio en el que vamos a vivir nuestras horas nocturnas ya no tiene lejanía. Es la síntesis muy cercana de las cosas y de nosotros mismos”, diría Bachelard. Y para jugar con las simpatías puedo reconstruir esta frase, envolviéndola, devorándola al hacerla propia.

El espacio en el que voy a recordar mis horas nocturnas ya no tiene lejanía. Es la síntesis muy cercana de los sueños y de mí mismo.

El espacio en el que voy a escribir mis horas nocturnas ya no tiene lejanía. Es la síntesis muy cercana de los sueños y de mí mismo.


X

La poesía, del onirógrafo.

28.4.09

Sueño 809 / - Fabián San Miguel


Sueño 809 /

busco a mi madre. En la intimidad, un lagarto abrasa mi mente. Es­toy enfermo, desganado. En la barra de un bar dos hombres juegan a las cartas y toman tranquilizantes mezclados con alcohol, a esta hora de la noche no sé si podría ser uno de ellos. Las alcantarillas beben agua del desierto. Me dirijo a un hotel como coartada. El calor es intenso, doy vueltas en el hall hasta no dar más. Después de pedir una habitación encuen­tro a mi madre tras un cortinado. Dice entre balbuceos que al hacer la disec­ción de una rana ésta dio a luz un ojo. Vuelve a titubear y sus palabras no alcanzan los sentidos. Como una fractura expuesta ella da la sensa­ción de estar inutilizada. En un pliegue veo la pared oscura tras un relieve de tercio­pelo. La cama es demasia­do rígida, incómoda. Me levanto para tomar agua en el baño y caigo desvane­cido por las pastillas. Desfi­guro mi rostro contra los azulejos del borde de la bañera, casi sin sentirlo. Al amanecer, la sangre corre más roja, más liviana.

Texto: Fabián San Miguel.
Artista plástico: J. K. Potter.

20.4.09

Collage onírico de pulsiones armadas por otro - Daniel C. Montoya


Collage onírico de pulsiones armadas por otro

Los peces de peluche, simulando salmones en su etapa adulta, inundan el cuarto, nadan en el agua traslúcida del aire. Nadie en la habitación se atreve a respirar o a tragar lo que nos envuelve.
Javier, sentado desnudo en el filo de la cama, no se decide a hacerme el amor, según mis argumentos; aunque yo sólo quiero poseerlo. Nada más que dieciséis años tiene mi hermano; su piel todavía es fresca, suave, elástica; no está amarillentada por el cigarrillo, las drogas duras no la opacaron ni tiene las arrugas del alcohol. ¡Cuándo madurará!
Fabián, mi novio, observa, oculto; no lo veo pero sé que está; en el peso de mi imaginación está. Marianela se encuentra en algún lugar, cerca; sueño que va a entrar en cualquier momento. ¡Ahí está!, en mis ensoñaciones. Él es lo que debo ser. Ella es lo que quiero ser. Mi hermano lo que tengo ganas de hacer.
Observo de reojo el horizonte espacial del cuarto, es estanco, como lo es todo objeto inanimado o no mecanizado que pueda ir y venir. Un universo carente de su Big Bang que lo impulse a seguir expandiéndose nos contiene. Un sistema solar inactivo es nuestra cárcel. Pero dentro de él, nosotros tampoco nos podemos mover, paralizados en esa dimensión no humana sino de objeto, de galaxia aislada, sin rotación, de minúsculos planetas congelados, fuera del tiempo.
Somos cosas, caprichosamente instaladas ahí, esperando ser llevadas o arrojadas a algún otro lugar. Hasta Fabián, en mi imaginación, esta subsumido por la inercia en un costado superior del cuarto, en una posición que escapa, sana y salva de mi inconsciente, para ubicarse más allá de mí deseo intensamente personal y subjetivo, que otra fuerza realiza, según su propia y desconocida voluntad.
¡No piensen que es Dios! El no es tan perverso.
Colocan otro objeto en la habitación de mi fantasía de apetitos. Una cosa pegada encima de otra o frente a otra. Alguien lo quiere así. Nadie me consulta sobre qué visiones quiero ver o tener a mi lado. Como los salmones, que ahora son más. Pero no es Dios. Por primera vez en la historia él no existe, porque en este no-lugar, no hay lugar para él. Es un reloj que ahora cuelga del alto pie inferior derecho de la cama. Es el reloj robado al hospital. Marca inamovible las 12 horas. ¿Es mediodía? ¿O es medianoche? Esa hora no hora que con objetividad enlaza un día tras otro sin sentimientos que sean buenos o malos, sin culpas ni conflictos por defender derechos o entablar egoísmos.
Lo peor es que no puedo sentirme en ninguno de mis cinco sentidos. Estoy presente en una animación de otra dimensión, soy yo sin serlo. Como si fuera otra faceta de mi psiquis situada adrede para que todo sea una pesadilla, si asumo lo que quiero.
Los salmones bordó, sin darnos cuenta, desovan sus huevesillos, los fecundan y se multiplican hasta hacer imposible el no pisarlos.
Quiero tener sexo con mi hermano antes que nadie. Me gusta que mi novio me observe; aunque él no sabe de Marianela. Pero Marianela sí sabe de él.
¿Por qué tengo novio y novia a la vez? ¿Por qué no hacerlo con mi hermano? El reloj del hospital paralizado me despierta.
Todo está armado por otro.
Me llamo Adriana.

Texto: Daniel C. Montoya.
Collage: Fabián San Miguel.

17.4.09

Hikuli - Capítulo 2 -Continuación- (El Onirógrafo)

Fotografía: Moira Pérez

IV

Onirógrafo, el sujeto que es a la vez el mismo y el sueño del cual participa.

V

Cito a Lévy-Brühl (ya suspicazmente citado):

“…no se trata aquí solamente de analogía o de asociación (…): según los huichol, el ciervo es hikuli, el hikuli es trigo, el trigo es ciervo, el ciervo es pluma. Por otra parte sabemos que la mayoría de los dioses y de las diosas son serpientes, serpientes también las aguadas y las fuentes donde viven las divinidades; y serpientes los bastones de los dioses. Desde el punto de vista del pensamiento lógico esas -identidades- son y permanecen ininteligibles. Un ser es el símbolo de otro, pero no es este otro. Desde el punto de vista de la mentalidad prelógica esas identidades se comprenden: son identidades de participación. El ciervo es hikuli…".

VI

Poesía.

12.4.09

La vasta intuición - Capìtulo 2 (El Onirógrafo)


Capítulo 2

I
Yo, el onirógrafo al lado del primitivo, arrojado a la vasta intuición del poeta. Recojo el guante que se sumerge en la mano para ser palabra y escritura, semejanza y ritual.

II
Levanto, también, las ideas de Cortázar y las de Blondel:

“En el caso del primitivo. Su criterio de clasificación es la propiedad “mística” de cada cosa: como esas propiedades le interesan mucho más que sus caracteres objetivos, surgen de allí grupos heterogéneos (árbol-yo-sapo-rojo) pero que tienen para él la homogeneidad mística común. Y Blondel nos dice: “El sentimiento que (de la cosa) tiene la mentalidad primitiva es muy intenso; la idea que de ella se hace resulta extremadamente confusa”. Es esto, precisamente, lo que acerca al primitivo y al poeta: el establecimiento de relaciones válidas entre las cosas por analogía sentimental, porque ciertas cosas son a veces lo que son otras cosas, porque si para el primitivo hay árbol-yo-sapo-rojo, también para nosotros, de pronto, ese teléfono que llama en un cuarto vacío es el rostro del invierno, o el olor de unos guantes donde hubo manos que hoy muelen el polvo.
La serie árbol-yo-sapo-rojo vale como grupo homogéneo para el primitivo, porque cada elemento participa de igual propiedad “mística”; eliminemos esa referencia trascendente (¿lo es para el primitivo?) y sustituyámosla por participación sentimental, por analogía intuitiva, por simpatía.

III
Yo, el escriba de los sueños.
El árbol-onirógrafo-sapo-rojo.
Yo, una “identidad de esencia momentánea”.

No creo... - Laura Ramírez y Fabián San Miguel


No creo que exista demasiado para hablar. El lenguaje es una ilusión: un espejo o un espanto. Un espejo, un reflejo, una mueca o una distorsión. ¿Realidad o fantasía? Pero te vi. Saliendo de aquella tienda, como si hubieses asesinado a alguien: pero nunca pude descubrir cuál era (es) tu arma favorita. El horror se leía en tu cara, la fascinación en tus ojos. Me miraste fijamente (tan solo unos segundos) y lo supe en ese mismo instante en que me contagiaste esta extraña sensación que me acompaña desde entonces.
—Dr. Sivak. O debería llamarlo Sr. Glass: ¿Cuál es el espacio, esta sensación que está fuera de todo parámetro? Si no puede no me conteste ahora… pero ¿Cuál es su arma favorita?
Respiró hondo, hizo algunas anotaciones -que incluían la receta de una nueva droga experimental- y sin siquiera levantar la vista me recordó que ya era la hora. Me acompañó a la puerta (como siempre), fríamente nos saludamos hasta la semana siguiente (como siempre) y salí a la calle con mi extraña sensación (como desde ese día).
Y cada vez que pienso en un gato –droga ¿experimental?-, pienso en un asesino (o en un asesinato). Despacio, tenue: casi imperceptible. La boca, las garras: Sr. Glass, perdón Dr. Glass: fríamente: cada vez: todo se vuelve imperceptible: sus palabras. Estoy aquí para que todo sea suficiente.
Voy a la dirección señalada; lugar extraño en medio de la ciudad, pasillo al fondo, bien al fondo, timbre que da idea de electrocutarte al tocarlo, señorita-secretaria-recepcionista que con la misma actitud fría que acompaña a todo este proceso me entrega las experimentales pastillas. Las había imaginado de colores; en vez, son grises. Todo se vuelve enorme: los gestos, la sexualidad, la comida. Pero sobre todo las pastillas. No hay colores: solamente el blanco y negro, como si estuviésemos mirando (siendo parte)-(d)el primer arribo humano a la luna: Un gran paso para la humanidad… con un inesperado impacto en mi cuerpo, ¿o será en mi cerebro? En realidad no sé qué esperaba si es que acaso esperaba algo. De todas formas me tomó por sorpresa. No creo que exista: demasiado para hablar.

Onirógrafos: Laura Ramírez – Fabián San Miguel.
Fotografía: Fabián San Miguel.

11.4.09

Pesadilla - Gabriel Bonetto

Pesadilla

Comienza la inconsciencia, los ojos caen como el vidrio cortante. Remolinos de imágenes confusas empiezan a aparecer en un ambiente de oscuridad. Muevo mi cuerpo entre la cama y mis pies no te tocan; la tragedia se dibuja en mis sueños, serpientes de piel gruesa y desabrida chocan entre sí, conjugan sus lenguas, se besan, muerden, forman parte de un juego erótico. Yo las miro, rodillas juntas a mi cabeza, transpirado, temblando de un frío seco, austero.
Hay un instante de calma, la que antecede al huracán, a la tormenta de pasiones.
Una edición cinematográfica me transporta a un subsuelo, los reptiles avanzan hacia mí, sus cabezas son grandes, deformadas y adquieren formas disímiles: animales mitológicos, perros que inundan efervescente espuma. Es confuso, los minutos desfilan, uno tras otro, resistiendo a la mismísima muerte. Son largas horas de sufrimiento, perseguido por criaturas que buscan mi sangre, no se conforman con verme disminuido con los dedos pegados pidiendo clemencia.
Por un momento, un silencio frena la tensión, solo se escuchan dos respiraciones, una de sonido liviano, tuya y nada más. La otra, la exhalación opresora, asfixiante, mía y egoísta.
Caigo en el letargo otra vez. Pájaros nocturnos despiden cuerpos sobre olas de mar. Los vapores salinos golpean el rostro, mis manos concientes marchan hacia la cara para limpiarme la húmeda agonía. Es difícil llegar a la superficie, tu cuerpo lo impide abrazándome. Me doy cuenta que empiezo a escuchar un ruego sollozante: tu ausencia es mi pesadilla. No me resisto a que me salves, lo deseo.

Onirógrafo: Gabriel Bonetto.
Artista plástica: Jeramy Turner.

10.4.09

Sueño 813 / - Fabián San Miguel

Sueño 813 /

estoy guarecido en un maizal que se quiebra. Los relámpagos abren huellas en una habitación vacía, el lugar huele a campo abierto. Nado hasta uno de los rincones del cuarto, trato de comprender lo que sucede: en una ruta cerrada. Es de noche. No siento más que mis pies adormecidos. Las gotas de lluvia ocupan la totalidad de una mirada. El cuerpo, entrelazado en sueños, aún está seco y a cobijo. La ventana recobra mis sentidos para volverlos opacos, intransferibles. El negativo de una fotografía deja entrever a un caballo desbocado refugiarse más allá de la tormenta. Abro el vidrio y, apenas toco el aire, mis manos se estremecen. En el cielo, las cruces blancas se reflejan desde un costado del asfalto. Cuando regreso a la cama la luz me ahoga, el resto es lo que permanece en la retina.

Texto: Fabián San Miguel
Collage: Fernando Rodriguez Vilela

Chamán - Capítulo 1 - Continuación II - (El Onirógrafo)

Capítulo 1 (continuación II)

IX
Un cháman de los sueños, y un escriba de los sueños.

X
En las sociedades “primitivas” hubo dos tipos de chamanes: el lenguaraz y el porta-estandarte. El primero, en trance, enunciaba sin comprender ni traducir lo que el espíritu de las bestias, de los hombres, los elementos, las plantas y los sueños pronunciaban por su boca. El porta-estandarte ve esos espíritus, que en forma de pájaros se posan en su estandarte para describirle todo lo que vieron en sus viajes.
De alguna manera, mi intento está más cerca del lenguaraz. Un lenguaraz de los sueños, y un escriba de los sueños.

Un onirógrafo. La máquina-escritura del ojo que se cierra en un viaje hacia “el mundo nocturno de las apariciones de los sueños, de las imágenes pintadas en las grutas”, de lo cazado que resurge, de la percepción del cuerpo estremecido ante la ceguera del relámpago.

Yo, el onirógrafo.

8.4.09

Abismal - Capítulo 1- Continuación - (El Onirógrafo)


Capítulo 1 (continuación I)

V
Pero… ¿Cómo? ¿Cómo el texto y el contexto? (¿El animal y el banco?).
¿Cómo recomponer con palabras ese llamado abismal que recorre en una danza a nuestro cuerpo dormido?


VI
¿Cómo recomponer la danza del cuerpo dormido desde un cuerpo ya no dormido?

VII
Leo a Pascal Quirnard, en la interminable búsqueda de dar con el paradero de alguna respuesta:
“El Chamanismo es la caza de almas que saltan de animal en animal en la doble inmensidad de los mundos visible y nocturno, es decir, real y onírico. Esta caza es un viaje del que se debe regresar. Es la culpabilidad paleolítica: ser capaz de traer la presa que se convirtió en predador de su predador.”
Las imágenes oníricas entonces se transforman en un animal agazapado entre las sombras y el chaman de los sueños se vuelve “la caja-de-dios”. No intenta traer a la realidad esos paisajes, es el paisaje que gruñe en él. “El buen hechicero (de los sueños) es ese vientre que ha comido, donde la bestia habla” y él escribe.

VIII
Parafraseando a Salvador Elizondo, digo (o mejor dicho: escribo):
Sueño. Escribo que sueño. Mentalmente me veo soñar que escribo y también puedo verme ver que sueño. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que soñaba. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que soñaba y escribo viéndome soñar que recuerdo haberme visto escribir que me veía soñar que recordaba haberme visto escribir que soñaba y que soñaba que escribo que soñaba. También puedo imaginarme escribiendo que ya había soñado que me imaginaría escribiendo que había soñado que imaginaba soñando que me veo escribir que sueño.

7.4.09

Ecos - Capítulo I (El Onirógrago)

Capítulo 1

I
Ecos del sueño; un diáfano punto de partida. Presencias ineludibles durante la vigilia: el ojo que se ha cerrado una vez, en cada parpadeo, vuelve a destilar sus propias imágenes. Las nuestras, dando vueltas en un lecho vacío. Un lecho sonoro y gesticular.
La pregunta es (sería) ¿qué hacer con esas imágenes que en su plena rebeldía nos asaltan desde lo soñado, nos regresan a la cálida caverna de los ojos cerrados?
II
Escribir.
III
Pero… ¿Cómo?
¿Cómo hacer para que los sueños se revelen en la escritura, no como marionetas sin hilos sino como los seres que han sido y que son cada noche?
IV
William Burroughs sostuvo: “a lo largo de los años me he preguntado por qué los sueños tienen tan poca gracia (¿literaria?) a la hora de ser narrados, y esta mañana encontré la respuesta, que es muy simple; como la mayoría de las respuestas, uno siempre la supo: no hay contexto… como un animal embalsamado exhibido en el medio de un banco”.