10.4.09

Sueño 813 / - Fabián San Miguel

Sueño 813 /

estoy guarecido en un maizal que se quiebra. Los relámpagos abren huellas en una habitación vacía, el lugar huele a campo abierto. Nado hasta uno de los rincones del cuarto, trato de comprender lo que sucede: en una ruta cerrada. Es de noche. No siento más que mis pies adormecidos. Las gotas de lluvia ocupan la totalidad de una mirada. El cuerpo, entrelazado en sueños, aún está seco y a cobijo. La ventana recobra mis sentidos para volverlos opacos, intransferibles. El negativo de una fotografía deja entrever a un caballo desbocado refugiarse más allá de la tormenta. Abro el vidrio y, apenas toco el aire, mis manos se estremecen. En el cielo, las cruces blancas se reflejan desde un costado del asfalto. Cuando regreso a la cama la luz me ahoga, el resto es lo que permanece en la retina.

Texto: Fabián San Miguel
Collage: Fernando Rodriguez Vilela

Chamán - Capítulo 1 - Continuación II - (El Onirógrafo)

Capítulo 1 (continuación II)

IX
Un cháman de los sueños, y un escriba de los sueños.

X
En las sociedades “primitivas” hubo dos tipos de chamanes: el lenguaraz y el porta-estandarte. El primero, en trance, enunciaba sin comprender ni traducir lo que el espíritu de las bestias, de los hombres, los elementos, las plantas y los sueños pronunciaban por su boca. El porta-estandarte ve esos espíritus, que en forma de pájaros se posan en su estandarte para describirle todo lo que vieron en sus viajes.
De alguna manera, mi intento está más cerca del lenguaraz. Un lenguaraz de los sueños, y un escriba de los sueños.

Un onirógrafo. La máquina-escritura del ojo que se cierra en un viaje hacia “el mundo nocturno de las apariciones de los sueños, de las imágenes pintadas en las grutas”, de lo cazado que resurge, de la percepción del cuerpo estremecido ante la ceguera del relámpago.

Yo, el onirógrafo.