I
Ecos del sueño; un diáfano punto de partida. Presencias ineludibles durante la vigilia: el ojo que se ha cerrado una vez, en cada parpadeo, vuelve a destilar sus propias imágenes. Las nuestras, dando vueltas en un lecho vacío. Un lecho sonoro y gesticular.
La pregunta es (sería) ¿qué hacer con esas imágenes que en su plena rebeldía nos asaltan desde lo soñado, nos regresan a la cálida caverna de los ojos cerrados?
La pregunta es (sería) ¿qué hacer con esas imágenes que en su plena rebeldía nos asaltan desde lo soñado, nos regresan a la cálida caverna de los ojos cerrados?
II
Escribir.
Escribir.
III
Pero… ¿Cómo?
¿Cómo hacer para que los sueños se revelen en la escritura, no como marionetas sin hilos sino como los seres que han sido y que son cada noche?
Pero… ¿Cómo?
¿Cómo hacer para que los sueños se revelen en la escritura, no como marionetas sin hilos sino como los seres que han sido y que son cada noche?
IV
William Burroughs sostuvo: “a lo largo de los años me he preguntado por qué los sueños tienen tan poca gracia (¿literaria?) a la hora de ser narrados, y esta mañana encontré la respuesta, que es muy simple; como la mayoría de las respuestas, uno siempre la supo: no hay contexto… como un animal embalsamado exhibido en el medio de un banco”.
William Burroughs sostuvo: “a lo largo de los años me he preguntado por qué los sueños tienen tan poca gracia (¿literaria?) a la hora de ser narrados, y esta mañana encontré la respuesta, que es muy simple; como la mayoría de las respuestas, uno siempre la supo: no hay contexto… como un animal embalsamado exhibido en el medio de un banco”.
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