I
Pero… ¿quién escribe?
Pero… ¿quién escribe?
II
Según Octavio Paz, en la mejor tradición legada por Arthur Rimbaud: “Sabemos que nuestro ser es siempre sed de ser otro y que sólo seremos capaces de ser nosotros mismos si somos capaces de ser otro. Le pedimos al arte el secreto del cambio y buscamos en la obra, cualesquiera que sean su época y estilo, ese poder de metamorfosis que constituye la esencia del acto mágico”.
III
Pero… ¿quién escribe? ¿Yo, o el otro? ¿El otro o el soñado?
Me permito entonces la pregunta: ¿Soy otro el que sueña? ¿Me desgajo ante mis ojos cerrados, dentro del sueño?
¿Aquel que dormido logra alejarse del lecho para sobrellevar la letra, o aquel que enajenado en la vigilia caza imágenes-insectos capaces de guardar a otro dentro de nosotros mismos?
IV
El propio Chuang Tzu cuenta de sí mismo:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
V
Crisálida o espacio onírico, hecho de “esenciales envolturas”, donde el acceso a la vigilia es una voluta más de una geometría y de una dinámica de lo envolvente.
Pasar del sueño a la vigilia y de la vigilia al sueño nos mantiene en una grotesca cinta de Moebius, cuya mayor deformidad consiste en el enfrentamiento permanente de la voluntad de develamiento de la vigilia con la voluntad de ocultamiento que hunde sus raíces en la espesura del cuerpo durmiente.
VI
Y, entonces… ¿Qué es el sueño separado del recuerdo del sueño? ¿Y qué el recuerdo del sueño donde la pequeña mariposa duda si habrá soñado alguna vez ser tan increíble ser como Chuang Tzu?
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