5.11.09
Cuando la música termina - Capítulo 3 -Continuación I- (El Onirógrafo)
VII
Pero… ¿Qué es el sueño?
Transformado en un pequeño danzante de las etimologías, encadenado a una música de grilletes, diré:
Sueño. Del latín SǑMNUS “acto de dormir”, con el cual vino a confundirse en castellano el latín SǑMNǏUM “representación de sucesos imaginados durmiendo”.
Pero cuando la música termina, los oídos dan vuelta sus párpados como sirenas y piensan que el sueño es también una forma de conocimiento a la que el onirógrafo recubre de escritura, como un acto mágico con el que se quita el velo al laberinto que guarda los misterios de la noche.
VIII
Macedonio Fernández acierta con sus características:
El ensueño tiene tres zonas: las imágenes (escenas, cosas); las sensaciones (sofocación, calor, torsión de los músculos por mala posición en la cama, una quemadura del cigarrillo con que nos dormimos encendido, un fuerte perfume, una gran risa percibida); las emociones que despierta, a la par que despierta imágenes interpretativas (miedo, alegría).
IX
Y María Zambrano encuentra en sus principales rasgos algo que está bien cerca del poema, el quehacer poético del onirógrafo:
Todo sueño es un viaje. Y así paramos en ellos como en una ciudad o paraje extraño donde nada podemos hacer. Todo sueño nos deja como solemos estar, en un lugar desconocido donde hemos llegado por error. En ese sentido diría que todo sueño, por agradable y venturoso que sea, aparece como un error, más bien como un azar; se presenta como un azar, algo a lo que hemos llegado por ventura o por desgracia, sin saber, sin hacer camino.
(…) Todo sueño es un viaje, un viaje encantado. Viaje porque en ellos hay un movimiento que no quita sin embargo el carácter de que no haya camino. Un moverse sin camino es un errar, un andar errante. Y así, el que va errante se encuentra de repente ante algo extraño. Extraño aunque sea conocido y familiar.
X
Y… entonces: ¿Qué es el recuerdo-relato de este andar errante, poesía?
Sacando de contexto a Enrique Molina, arriesgo: que ese recuerdo en tanto representación de lo soñado es una forma de conocimiento, pero a condición de ser la más desesperada tentativa de salvación de una conducta existencial. Es un estado de incandescencia del espíritu, un relámpago de la intuición que a través de la imagen descubre la contextura y las relaciones secretas de las cosas y el hombre.
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